Jacob tocó con firmeza la puerta del Alfa. Unos segundos de silencio, y luego se oyó un gruñido bajo al otro lado.

—Adelante —dijo Logan, sin apartar la mirada de Mía, quien aún yacía en la cama con el cuerpo ligeramente girado, como si intentara proteger sus costillas adoloridas incluso dormida.

Jacob abrió la puerta con cautela, notando de inmediato el ambiente cargado de energía contenida. Logan estaba sentado en una silla junto a la cama, los codos sobre las rodillas, el rostro endurecido, y los ojos clavados en ella como si temiera que desapareciera si parpadeaba.

—Alfa —dijo con respeto—. Vine tan pronto supe que dejaste a los de la junta esperando. ¿Qué sucede?

Logan apretó la mandíbula, los músculos de su cuello tensándose. Respiró hondo, como conteniéndose, y luego habló con voz baja y cargada de rabia:

—Un guerrero. Lastimó a Mía durante un entrenamiento. Le ordenaron que lo hiciera. Zoe.

Jacob frunció el ceño. Dio un paso dentro de la habitación y avanzó lentamente hacia la