se desvaneció y solo quedó el eco del deseo satisfecho, Zoe se puso de pie sin decir palabra, caminó hasta recoger una bata blanca y se la colocó. Se giró de espaldas a él, mirando por la ventana. La luna llena brillaba intensa en el cielo.
Jack se levantó con rapidez, sintiendo que el momento había llegado.
—Zoe —llamó con voz temblorosa.
Ella no volvió.
Jack se arrodilló detrás de ella, sacando de su bolsillo una pequeña caja de terciopelo. Cuando la abrió, dentro brillaba un anillo de oro con una piedra azul en el centro, como el color de sus ojos. Un símbolo de promesa. De eternidad.
—Es hora —dijo él, con voz queda pero firme—. Lo sabemos desde siempre. Tú y yo… somos uno. Nacimos para esto. Para amarnos. Zoe… acepta este lazo. Sé mi Luna. Mi compañera.
Zoe giró lentamente. Sus ojos brillaban… pero no de emoción.
—No —dijo con frialdad.
El aire pareció desaparecer de los pulmones de Jack.
—¿Qué…? —tartamudeó.
Ella alzó la barbilla con determinación. La luz de la luna le daba un