En el momento su trágica muerte, la princesa Aelina recibe un extraordinario viaje en el tiempo diez años atrás gracias a un misterioso reloj mágico heredado su madre. Reviviendo el fatídico día en que rechazó desposar al temible Rey Alfa Valdimir de los hombres lobo, Aelina se ve forzada a aceptar su propuesta esta vez. Aunque la aterroriza la idea de unirse a su futuro verdugo, un hilo de destino inevitable comienza a tejer un vínculo apasionado entre la princesa y el Alfa conquistador. Con el conocimiento del sangriento futuro que le espera si vuelve a negarse, la valiente Aelina se embarca en una peligrosa misión para cambiar el destino de su reino y tal vez descubrir el verdadero amor en los brazos de su enemigo. Atrapada en un matrimonio de conveniencia, deberá usar su astucia y coraje para desentrañar los secretos del reloj y detener la oscura guerra que se avecina, a riesgo de perderlo toda una vez más.
Leer másEse horrendo día quedará grabado a fuego en la memoria de Aelina para siempre. Las tropas del Rey Alfa Valdimir, el temible monarca de los hombres lobo, habían sitiado el castillo mientras su reino yacía en ruinas. En su hogar, el palacio real, la muerte y la destrucción impregnaban cada rincón con su hedor asfixiante, acechando a la princesa con cada paso que daba.
En medio de su desesperada lucha por sobrevivir, Aelina empuñó la espada de su padre con manos inexpertas. Pero fue en vano. En un instante fatídico, la hoja afilada de un soldado enemigo, un hombre lobo, atravesó su carne, hiriéndola de muerte. —¡Ahh! —gimió la princesa, bajando su mirada borrosa hacia el estómago, donde la sangre burbujeaba a caudales. Su vestido se teñía de carmesí a una velocidad aterradora, y sus piernas cedieron, incapaces de sostenerla. Aelina cayó al suelo, golpeándose la cabeza en el proceso. Mientras su sangre se derramaba sobre las frías baldosas, Aelina cogió con manos temblorosas el collar de su madre, el último regalo antes de morir. Con ojos anegados en lágrimas, la princesa susurró su deseo final: —Quisiera... tener... otra... oportunidad. No quiero... morir. Luego de susurrar esas palabras, su visión se oscureció más y más, hasta que exhaló su último aliento y todo se tornó oscuro... fue en ese momento que la princesa, falleció. Pero el destino tenía otros planes. En el instante que ella murió, el collar de su madre, que era un reloj mecánico muy singular, comenzó a girar en reversa a una velocidad anormal mientras el entorno cambiaba, retrocediendo diez años en el pasado… —¡Princesa Aelina! —exclamó una de las doncellas que había ido a buscarla. La joven abrió los ojos abruptamente. Sentada en la cama, lo primero que hizo fue mirar su estómago, completamente ileso. Vestía otro atuendo y se encontraba en su antigua habitación, antes de ser destruida. Las paredes familiares la rodeaban, y el aroma a jazmines de las velas aromáticas flotaba en el aire, evocando una sensación nostálgica en ella. —¿Este es el mundo de los muertos? —susurró, levantándose de un salto mientras la doncella la miraba con extrañeza. Aelina caminó hacia la ventana para ver el paisaje, asustada por no comprender lo que ocurría, sentía que quizás estaba muerta, en una especie de limbo, porque nada de lo que veía en ese instante le encontraba sentido. De manera inconsciente, se llevó su mano al dije del collar de su madre, dándose cuenta de que estaba cubierto de hollín, justo como antes de morir en el ataque final orquestado por el Rey Lobo, ellos le habían prendido fuego a varias partes del palacio. Con un gesto de temor, contempló el reloj mecánico. Tenía marcas de sangre, y la fecha y hora que marcaba eran de hace diez años. —¿Qué día es hoy, Dorotea? Dime el día y el año, por favor —preguntó Aelina, llena de temor. La doncella parpadeó antes de responder: —Es el quinto día de la temporada de las hojas carmesí, del año 213 tras la Batalla de la Gran Guerra. Más pálida que nunca, Aelina vio que su reloj marcaba exactamente esa fecha. «¡Eso fue hace diez años... Este día, ¡yo lo recuerdo!», exclamó en pensamientos. «Dorotea vino a buscarme porque el rey Valdimir está abajo esperándome, se suponía que era una sorpresa, pero yo me quedé dormida. Luego, mientras me vestían, otra doncella vino a traerme mi perfume favorito para la reunión». En ese instante, sonó la puerta. Dorotea fue a abrir, y entró otra doncella con un frasco de perfume. Con una sonrisa animada, comenzó a decir: —¡Su majestad! ¿Ya está lista? Aquí le traigo su perfume favorito para que su aroma sea más agradable de lo que ya es... —dejó la frase en el aire, porque se suponía que la visita debía ser una sorpresa para la princesa. Abrumada, las piernas de Aelina flaquearon y cayó al suelo, más pálida que un fantasma. Las doncellas acudieron a socorrerla, intentando ponerla de pie. Pero la hermosa joven de cabello oscuro, ojos azules y piel blanca como la luna, comenzó a contar sus dedos con desesperación. «En los sueños no puedes contar los dedos de tus manos», pensó, pellizcándose después. «¡En los sueños no puedes sentir dolor!» —Princesa Aelina, ¿qué le sucede? —dijo Dorotea, comenzando a asustarse por el extraño comportamiento de la joven.11 AÑOS DESPUES – PALACIO REAL DEL REINO DE LOS HUMANOS: VIENTALIAEl castillo estaba hecho un lío. Era el cumpleaños número once del príncipe Erik y todo el mundo andaba de un lado para otro preparando la fiesta.—¡Erik, no corras tanto! ¡Te vas a caer! —gritó Aelina, viendo a su hijo mayor correr como loco por los jardines.Valdimir, que andaba por ahí, vio su oportunidad. Se escondió detrás de una columna y, cuando Erik pasó corriendo, “¡zas!” Lo atrapó y lo levantó por los aires. El niño se partía de risa mientras su padre le daba vueltas.—¡Te pillé, cachorro escurridizo! —dijo Valdimir, abrazando a su hijo.—¡Papá, solo estaba jugando a ser un corredor famoso! —se defendió el pequeño Erik entre risas.Valdimir, con el niño todavía en brazos, se puso serio diciendo:—Tienes que hacerle caso a tu madre. Si te dice que pares de correr, paras. ¿Entendido?Erik hizo un puchero y asintió con la cabeza, dándole una mirada tierna con esos enormes ojos color ámbar que tenía. Valdimir sabí
UN MES DESPUÉS: PALACIO REAL DE VIENTALIA, REINO HUMANOTheodor sentía que su hora se acercaba. Lo había experimentado cientos de veces desde la caída de su primer reino, la gloriosa Tempus, con sus calles doradas y su esplendor, donde los Guardianes del Sol y los Guardianes de la Luna vivían en plena armonía. Allí había florecido el amor entre él y su hermosa Lyanna...HACE MUCHOS, MUCHOS AÑOS ATRÁSEl Rey, en el esplendor de su juventud, se encontraba junto a Lyanna bajo un árbol de flores rosadas dentro del jardín privado del castillo real de Tempus. Aprovechando la soledad del lugar, demostraron su amor de una forma más carnal. Desnudos bajo el árbol, él sobre ella, acariciaba su suave piel canela. Sus manos recorrían las firmes piernas de Lyanna mientras la embestía con una pasión que solo por ella había sentido.Su loba, su hermosa loba de cabello oscuro y ojos color ámbar, tan hermosa como ruda y admirable. Ambos habían luchado en los cielos contra la sombra, y ahora, en ese rei
Con reverencia, Erik y Celeste decidieron iniciar, poniéndose de pie. Erik inhaló profundamente, preparándose para el momento que tanto habían anticipado. Con dedos temblorosos, comenzó a aflojar los intrincados lazos que mantenían el vestido de Celeste ajustado a su figura. Era la primera vez que desvestía a una mujer, y que esta fuera su esposa le provocaba una mezcla embriagadora de nerviosismo y excitación.Capa tras capa, el vestido, el corsé y el armador fueron cayendo al suelo, revelando gradualmente la piel de Celeste. Finalmente, cuando no quedó nada más que quitar, el cuerpo desnudo de ella quedó expuesto ante la mirada admirada de Erik. Sus ojos recorrieron con asombro los senos y la intimidad de su hermosa rubia, provocando una inmediata reacción en su propio cuerpo.—Eres tan hermosa —murmuró Erik lleno emoción y deseo. Celeste sonrió, sintiendo que esas palabras eran el preludio de un nuevo capítulo que ansiaban escribir juntos.Luego, llegó el turno de Celeste para desve
Concluida la ceremonia nupcial, los jóvenes recién casados se encaminaron al centro del salón de baile, siguiendo la ancestral tradición de Vientalia que dictaba que los novios debían compartir un vals. Cuando llegó el momento, la orquesta comenzó a interpretar una melodía exquisita. Erik, poniendo en práctica las lecciones de su padre, inhaló profundamente y posó con delicadeza su mano en la cintura de Celeste, quien lo miró con una sonrisa radiante.—¿Preparada? —susurró el muchacho, sus ojos color ámbar chispeando de emoción.Celeste asintió, con una sonrisa deslumbrante dibujada en sus labios y un suave rubor tiñendo sus mejillas.—Sí, estoy lista —respondió con una mezcla de nerviosismo y algo de ansiedad, pues ella también había practicado para este baile con sus padres.Al cobrar fuerza la música, Erik guio a Celeste en la danza mientras todos los presentes admiraban a la hermosa pareja. Los invitados sentían como si estuvieran presenciando la boda de un príncipe heredero en lug
DIA DE LA BODA DE ERIK Y CELESTETal como había prometido el Rey Theodor, no se había escatimado en gastos para la boda de su nieto, conocido entre todos como el joven duque del reino de los lobos. Nadie cuestionó la fastuosa celebración que ahora se desarrollaba en la ciudad capital de Vientalia, donde las calles empedradas rebosaban de actividad desde temprano. Sirvientes y ciudadanos por igual se apresuraban para ultimar los preparativos de la celebración, pues todos habían sido invitados. La ciudad del Rey estaba alborotada de emoción: los nobles, intrigados por la pompa de ese matrimonio ducal, y los plebeyos, contentos ante la oportunidad sin precedentes de asistir a una boda real.Mientras tanto, en sus aposentos dentro del castillo, Erik se encontraba frente a un espejo de cuerpo entero, ajustando nerviosamente los puños de su camisa. Su atuendo, elegido con esmero para la ocasión por el rey Theodor y su madre Aelina, constaba de una finísima camisa de seda blanca con intrincad
Esa noche, cuando regresaron de su momento de conexión, padre e hijo lobos compartían una complicidad nueva, un entendimiento silencioso que iba más allá de las palabras. Con renovada energía y un brillo especial en los ojos, se dispusieron a regresar al castillo para la cena en donde Erik tenía pensado hacer oficial su matrimonio.La mesa estaba puesta con esmero, reflejando la importancia de la ocasión. Los padres de Celeste ya estaban presentes, añadiendo un aire de formalidad al ambiente. Cuando Valdimir y Aelina los vieron, no pudieron evitar que sus mentes viajaran al pasado, al reino de Tempus que vieron en los recuerdos que les mostró Theodor. La similitud entre esta pareja de humanos y los guardianes de la luz que recordaban haber visto era asombrosa.Valdimir intercambió una mirada cómplice con su esposa. Era evidente que Theodor había usado sabiamente su poder para llevar a Erik hacia la compañera perfecta. Aunque ya lo sospechaban desde el principio, ver a los padres de Cel
Último capítulo