Luca por fin alcanzó a Teresa en el pasillo que conducía al sótano. La mujer había intentado cerrarle el paso, pero el rugido del joven estremeció los muros. Sus ojos brillaban con un resplandor ámbar, y en cuestión de segundos su cuerpo comenzó a retorcerse.
El crujido de huesos, la expansión de músculos y el estallido de piel dieron paso a la bestia que rugía en su interior.
Un lobo enorme, de pelaje oscuro y ojos incandescentes, se alzó ante Teresa. El aire se impregnó de un olor salvaje, y la tensión creció como una cuerda tirante.
Teresa retrocedió un par de pasos, sus labios dibujando una mueca de desprecio, aunque en el fondo de sus ojos había un destello de duda.
—Así que finalmente muestras los colmillos… cachorro. —Su voz se quebró mientras su cuerpo también comenzaba a transformarse.
Su piel se estremeció, sus huesos crujieron, y en segundos una loba surgió ante él. Era más pequeña, más delgada, con un pelaje plateado que brillaba bajo las luces amarillentas del sótano. Pe