Teresa descendió las escaleras de la casa alfa en completo silencio, envuelta por la penumbra de la noche.
Sus pasos eran livianos, calculados, como si temiera que incluso el aire pudiera delatarla. Había esperado a que todos se durmieran, incluso Logan. Sabía que si la veían salir a esas horas, las preguntas no tardarían en lloverle… y ella no tenía respuestas que pudiera compartir.
Cruzó los límites del territorio sin titubear, como si hubiese memorizado cada ruta secreta, cada atajo prohibido. El bosque era espeso, húmedo por la niebla que se posaba sobre la tierra y las hojas.
Sus botas se hundían en el barro, pero Teresa seguía adelante, con el rostro endurecido y la mirada clavada en el oscuro horizonte. Durante años había evitado volver a ese lugar, y sin embargo, ahí estaba de nuevo… caminando hacia el mismo infierno que ayudó a crear.
Después de más de una hora de camino entre árboles torcidos, arbustos densos y pendientes traicioneras, por fin llegó a lo más profundo de la