La luna aún no se alzaba en el cielo cuando Teresa cruzó de nuevo la frontera del territorio con paso firme, aunque sus ojos delataban una tormenta interna que la carcomía.
Su largo abrigo negro se agitaba al compás del viento, y sus botas resonaban con cada pisada como un presagio. El regreso debía ser silencioso, sin levantar sospechas.
—¡Maldito Jack! —escupió con furia contenida, mirando hacia el bosque como si sus palabras pudieran alcanzarlo—. Pensé tenerlo en mis manos… creí que lo había doblegado.
Apretó los puños hasta clavarse las uñas. Todo se había ido al demonio. Su plan, su control, su falsa calma. Jack había regresado… y no sólo eso, le había dado órdenes, a ella. A ella. Como si fuera una simple loba más, como si su estatus no valiera nada.
—Ahora todo se ha ido a la mierda —masculló, rabiosa.
Antes de ir a la casa alfa, aquella que durante años había considerado suya por derecho, aunque no tuviera la sangre para respaldarlo, desvió su camino con dirección a la resid