Owen sonrió con satisfacción, una sombra oscura en sus labios. Su hijo había cumplido con la primera parte del plan: acercarse a Isabella, la hija de la manada tormenta. Ahora solo era cuestión de tiempo antes de que la presa estuviera en el sitio correcto.

Esa misma noche Isabella no podía dormir. Se había quitado el vestido de la fiesta y permanecía recostada sobre la cama, mirando el techo como si allí pudiera encontrar respuestas. Cerraba los ojos y lo veía de nuevo: la sonrisa enigmática de Matteo, su mirada profunda, la manera en que parecía observarla como si realmente la conociera desde antes.

Suspiró, girándose de lado.

—¿Por qué no dejo de pensar en él? —murmuró para sí misma.

El silencio de la habitación parecía envolverla, pero dentro de ella había un torbellino imposible de calmar. Era como si una fuerza desconocida la empujara a recordar cada detalle de él, como si la conexión que había sentido no fuera simple ilusión. No sabía que, en las sombras, Owen y Matteo estaban