Él advirtió que me había ofendido y extendió la mano para tomar la mía, en un gesto cariñoso que me desarmó.
—Debe comprender que corre mucho riesgo al exponerse— me recordó—. Estoy mucho más tranquilo al saber que la protegen guerreros experimentados, dentro del castillo, que no cuando cualquier intruso puede acercársele.
Quise agradecerle por su preocupación y devolverle la caricia, pero el astil del fuego hizo su inoportuna entrada, acompañado por Leanne.
—Majestades, me complace traerles buenas noticias— dijo—. Me han avisado de que recuperamos gran parte de las provisiones que ya dábamos por perdidas. Al parecer, los soldados se refugiaron en el bosque y aguardaron a que los bárbaros se dieran por vencidos, para salir nuevamente hacia campo abierto.
—Es una excelente noticia— coincidí—. Y ya que se ha presentado voluntariamente, aprovecharé su visita para pedirle que no vuelva a privarme de mis doncellas.
El viejo pelirrojo se sorprendió tanto por esas palabras, que retrocedió,