El corazón me latía con tanta fuerza que creí que se me saldría del pecho, una vez que descubriera lo macabro oculto detrás de la revelación de la guerrera, mas no fue así. Me detuve junto a la primera puerta que apareció a mi paso, y toda la piel se me enfrió. Los colores desaparecieron, dejando a la vista un cuadro espantoso, inimaginable y completamente fuera de control.
Wuisse, mi alto señor de la luna, el sobrino del astil del agua y caballero de Áthaldar, acababa de quitarle la vida a la hija mayor de Éhiel, cuyo cuerpo yacía tendido en medio de un charco de sangre. Las gemelas se arrinconaban contra la pared y me miraban, no como a su salvadora, sino como a un arma más a la que evadir cuando se reiniciara la pelea.
— ¡¿Qué has hecho?!—chillé despavorida.
—Ellas tienen que morir— declaró el joven, enfebrecido y tembloroso, sin soltar la espada que blandía manchada con la sangre inocente de la vencida—. Deben morir, como mis padres, mis hermanos y como mi tío. ¡Ellas tienen que m