El equipo regresó al campamento como fantasmas derrotados. Dante cargaba a Aria en sus brazos, su cuerpo inerte y frío. Cada respiración de ella era superficial, irregular, como si la vida se filtrara lentamente.
—¡Luna! ¡Zara! —Dante gritó apenas cruzaron el perímetro del campamento.
Las dos mujeres aparecieron instantáneamente. Habían sentido a través del lazo que algo terrible había sucedido, y habían regresado del Templo lo más rápido posible.
Luna palideció al ver a Aria. —Dioses... ¿qué le hicieron?
—Magia oscura— Dante jadeó. —Una trampa. Está destruyéndola desde dentro.
Zara se arrodilló junto a Aria, sus manos brillando mientras examinaba la extensión del daño. Su rostro normalmente calmado mostró horror.
—Esto es... peor de lo que pensaba —Zara susurró. —La magia no solo la está hiriendo. Está consumiendo su esencia vital. Cada segundo, está más cerca de...
—No digas esa palabra— Dante interrumpió ferozmente. —Encuéntralo. Encuéntralo ahora.
Luna ya estaba trabajando, sus ma