Helena detectó el cambio en Freya.
Pero la señorita Smith sonrió con burla y desvió la mirada hacia un rosa blanca. Caminó hacia la flor y tocó los pétalos. No quería admitir que aquello había calado en el interior.
―Usted y yo hemos perdido seres queridos, queremos justicia por ellos. Pero sobre todo, queremos proteger a los que todavía tenemos a nuestro lado. Bueno, eso es lo que quiero yo. ¿Usted qué piensa?
―Qué palabras tan altruistas ―dijo Freya, en un intento de burla―. Pero antes mi familia confió ciegamente y al final le fallaron. No pienso repetir ese error, señora de Russell.
Freya hizo énfasis en el apellido Russell. Helena se dio cuenta del resentimiento en la voz contenida de la dama.
―¿Recuerda lo que le dije? Cualquier negocio requiere un grado de confianza. Estoy dispuesta a mediar, solo permíteme intentarlo.
Freya se rio con burla.
―¿Qué le hace pensar que a usted no le ocurrirá lo mismo?
Helena sintió cómo aquellas palabras apuñalaron su pecho. Freya le había dado j