Helena notó el disgusto en el rostro de Russell.
Ella sonrió y miró sus manos entrelazadas. Le dio un apretón para llamar su atención. Él la miró con aquellos ojos oscuros y profundos.
―¿Ya se quiere ir? ―Helena le preguntó. Russell hizo un gruñido insatisfecho―. Resista.
La inauguración fue en pleno día, lo cual preocupó a Helena, ya que podía influir en la operación.
Russell y Roger se encargaron de organizar todo y ambos le asignaron una simple tarea: sacar a Roger de la fiesta.
Debía fingir cansancio y luego de lograr salir, tenía que esperar en un sitio por un tiempo para que Roger pudiera explorar a escondidas hasta que él regresara por ella.
Y listo, tendrían una coartada para Roger.
―Es hora de saludar ―dijo Russell.
De inmediato, Helena sintió nervios; esa fue la señal para iniciar la operación.
En silencio, Roger se paró a su lado. Fue casi como una sombra. Helena intentó no mirarlo y paseó por el lugar.
Saludó a varias personas y evitó conversar por mucho tiempo. A lo lejos