La sonrisa de Gloria se marchitó, dejó el vaso de jugo a un lado y la observó con intensidad.
―No sabía que eras ese tipo de mujer.
―¿Cuál? ―preguntó Helena con auténtica confusión.
―De las que decidieron nunca ser madres ―comentó Gloria―. Pensé que eras más hogareña.
A Helena le molestó ese comentario conservador, pero decidió mantener la calma. No le convenía pelearse de nuevo con su suegra, no siendo ella la Luna de la manada.
―No es una mala decisión, sobre todo si no se puede criar. Quiero decir, ¿cómo se puede cuidar a un bebé si ni siquiera la madre puede sostenerse?
―Pero tú si puedes criarlo, ¿no? ―Gloria tomó la servilleta y se limpió los dedos con elegancia―. Ya sabes, yo estaré encantada de cuidar a mi nieto. No le faltaría nada, somos una familia rica.
El ceño de Helena se frunció, «¿por qué le urge a Gloria tener nietos?» Algo no encajó ahí.
A no ser que fuera para utilizarlo en una lucha de poder, pero Helena descartó esa idea, ella no lo necesitaba. Pero aun así...
―¿Po