Helena se quedó pasmada.
Ulises caminó hacia un hombre del personal del laboratorio. Explicó su plan, pero el hombre no estaba de acuerdo.
Roger a su lado lo estaba haciendo añicos con sus regaños. Ulises expulsó el aire, frustrado ya que nadie le tomó en serio.
Nadie notó como Helena en medio de un trance, se acercó a la pared de cristal en el que separó a Russell del resto de personas.
Los ojos de Helena contuvieron las lágrimas al verlo a él rugiendo de dolor, tratando de liberarse de los grilletes con desesperación.
―¿Qué le ocurrió? ―balbuceó, con el nudo en su garganta.
Los tres hombres no pararon en su discusión. Helena se enfureció, se acercó a ellos y se plantó en medio.
Los tres se detuvieron ante su interrupción.
―Díganme, ¿qué le pasó? ―Sus ojos escudriñaron a cada uno con ferocidad.
―Doctor, ella es Helena de Russell, esposa del jefe. ―Ulises la presentó con gesto solemne.
El doctor aclaró la garganta.
―Discúlpeme, señora Russell ―dijo con gran respeto―. El paciente fue dr