Helena comprendió que no quería locos en su familia.
No entendió el razonamiento de Gloria, pero estaba más que convencida de que la mentalidad retorcida era hereditaria.
Con más razón, rechazó la idea de tener los cachorros de Russell.
Helena la fulminó con la mirada. Gloria disfrutó de reír a carcajadas. Se calmó poco a poco. Acomodó su elegante ropa corporativa, en especial su saco rojo, y mantuvo una sonrisa profesional.
Sus ojos oscuros la miraron con una pizca de travesura.
―Pobre mi hijo. Ha sido rechazado y ni siquiera lo intentó. ―Gloria murmuró divertida.
Linda entró a la habitación. Había escuchado el rugido y se apresuró a buscar a su hija. La vio en ese estado. Vio a ambas en la habitación en espera de una respuesta.
Por su puesto, no lo obtuvo.
―Bien, terminen de empacar. Las espero abajo ―ordenó Gloria.
La dama, con su habitual elegancia e indiferencia, se retiró de la habitación. Como si nada hubiera ocurrido, y si hubo algo, no le interesó.
Helena expulsó el aire, aun