Las siguientes noches fueron intensas.
Helena luchó por cumplir su juramento, pero su cuerpo no cooperó.
Recibió las caricias calientes, besos hambrientos, roce insistente de aquel grueso miembro… Ella se sintió tan impotente al no poder atraparlo con sus propias manos y corresponder a todo.
Pero cada vez que ella lograba mover su cuerpo o hacía un sonido, el demonio huía despavorido.
«Maldit0 cobarde», pensó Helena.
Se sintió frustrada al no poder cumplir sus fantasías, ni dentro de sus sueños.
Pero a pesar de las circunstancias, ella descubrió algo extraño durante el día: notó una mejora en su salud.
Ya no se sintió débil y su herida mortal se curó demasiado rápido. Solo le quedó una fina línea blanca de unos centímetros, a pesar de que al principio midió tres pulgadas.
Al tercer día, después del ataque, ya le habían quitado los puntos.
«Curioso…». El íncubo no le quitó la vitalidad, más bien le dio y mucha.
Helena se convenció de que todo fue gracias a la luna llena, pues su raza s