Capítulo 42

Cruzamos el jardín con paso seguro. Alejandro mantiene su brazo firmemente rodeando mi cintura. En cada paso, siento el calor de su mano en la curva de mi espalda, el roce sutil de sus dedos contra mi vestido y esa tensión casi eléctrica que vibra en el aire. Fingimos. Claro que sí, pero hay algo en su agarre, en la manera en que nuestros cuerpos se adaptan sin esfuerzo, que me hace preguntarme si seguimos actuando... o si ya no podemos dejar de tocarnos.

La galería cubierta está llena de mesas altas con bocadillos elegantes, copas de cristal y gente riendo con moderación. Es el tipo de reunión donde todo parece perfecto, pero sabes que hay cuchillos invisibles detrás de cada sonrisa.

—¿Lista para dar el mejor show de tu vida? —murmura él, con la boca cerca de mi oído. Su voz es baja, íntima, peligrosamente real.

—Estoy empezando a pensar que ya no estamos fingiendo tanto como creemos —le respondo sin mirarlo, sintiendo el calor de su mano en mi piel, su pulgar dibujando un semicírcul
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