2

La imagen de sus ojos me perseguía como un eco constante. No importaba cuántas veces me dijera a mí misma que fue un simple desliz mental, que probablemente me estaba volviendo loca, o que estaba sufriendo alucinaciones inducidas por el insomnio y el estrés acumulado. Nada de eso borraba la sensación.

Él seguía ahí.

Dentro de mi piel. En cada rincón de mis pensamientos. Pegado a mis huesos.

El día transcurrió en piloto automático. Leí la misma página de un libro al menos cinco veces sin recordar una sola línea. Las voces a mi alrededor se sentían lejanas, amortiguadas, como si viviera sumergida bajo el agua. Y en medio de todo eso, su voz, la que solo había escuchado en sueños… no dejaba de repetirse en mi cabeza.

“Estoy atrapado. Solo tú puedes romperlo.”

Mis dedos rozaron la marca en mi cuello, ya no tan difusa. Ya no tan fácil de ignorar. Una línea rojiza, fina como un hilo de destino… o como el principio de una pesadilla.

—Estás perdiendo la cabeza, Helena —murmuré frente al retrovisor mientras aparcaba frente a mi casa.

El cielo se había teñido de un gris opaco, como si el mundo también supiera que algo estaba mal. El viento me erizó la piel cuando salí del coche, y la sensación de ser observada se pegó a mi espalda como una sombra húmeda.

Cerré la puerta tras de mí con un clic más firme de lo normal. Me quité el abrigo, lo colgué, y caminé hacia el espejo del pasillo como si algo invisible me guiara.

Mi reflejo me devolvió la mirada. Pálida. Ojerosa. Rota.

Pero no estaba sola.

Me paralicé.

Allí, detrás de mí, justo al borde del marco, estaba él.

No como en mis sueños. No como en la biblioteca. No como un recuerdo.

Sino como una presencia real.

No me giré. No todavía. Me limité a observar. Estaba desenfocado, como si el vidrio fuera una membrana entre su mundo y el mío. Pero lo vi. Alto, inmóvil, con esos ojos que me desnudaban el alma. Su rostro tenía una intensidad casi cruel, y al mismo tiempo… una tristeza que me quebraba el pecho.

Mi respiración se hizo más pesada. Mi piel se tensó como si esperara un golpe. Y, sin embargo, no podía dejar de mirar.

¿Qué eres?

Me giré de golpe.

Vacío.

Nada.

Solo el silencio y el zumbido lejano del refrigerador.

Pero no estaba loca. No esta vez. Lo vi. Lo juro por lo que me queda de cordura.

Toqué el espejo. Estaba frío. Mucho más frío de lo normal. Como si el cristal guardara la memoria de su presencia. Y en el instante en que lo hice, algo… algo se agitó en mi interior. Como si un hilo invisible se hubiera tensado, tirando de mí hacia un lugar que no conocía, pero que de algún modo… reconocía.

Una voz—no suya, sino algo más oscuro—susurró desde el otro lado:

No lo busques. Lo que está encerrado, debe seguir así.

Retrocedí, tropezando con la alfombra. Mi corazón palpitaba como si quisiera salirse de mi pecho. El miedo tenía un sabor metálico en mi lengua.

¿Era real? ¿O ya había cruzado la línea entre lo lógico y lo imposible?

Quise correr. Pero, ¿a dónde se corre cuando la amenaza vive en tus sueños? ¿En tu reflejo?

Esa noche, no encendí las luces. Me moví a tientas por la casa, como si esconderme en la oscuridad me protegiera de la suya. Me metí en la cama con la ropa puesta, abrazada a una almohada como una niña pequeña que teme a los monstruos del armario.

Pero esta vez el monstruo no estaba fuera.

Estaba dentro de mí.

La habitación se llenó de un silencio tan espeso que podía cortarse. Pero debajo… debajo de todo eso, lo sentía.

Él.

Su presencia.

No lo veía, pero estaba allí. Lo juro.

Podía sentir su respiración caliente en mi nuca aunque el aire no se moviera. Mi piel se erizaba como si sus dedos me rozaran, lentos, pausados, deliberados. Cada centímetro de mi cuerpo vibraba con su energía. Un fuego sordo, subterráneo, me lamía desde las entrañas, creciendo en intensidad, reclamando algo que no entendía del todo.

Mi cuerpo lo reconocía incluso si mi mente se resistía.

Un susurro imaginario me acarició el oído:

¿No me deseas, Helena?

Negué con fuerza, pero mi cuerpo me traicionó. El pulso en mi cuello se aceleró. Mi piel ardía. Cerré los ojos, tratando de silenciarlo, de negarlo, de apagar el incendio silencioso que crecía con cada latido.

Y sin embargo… lo deseaba.

Dios, qué forma tan miserable de sentir. Una parte de mí quería lanzarme a sus brazos, dejarme devorar por su sombra, fundirme en su oscuridad. Pero la otra… la otra quería sobrevivir.

Me encerré en el baño. Casi a ciegas. Temblando. Las manos me temblaban mientras me sostenía del lavamanos.

Encendí la luz.

Me miré al espejo.

Y casi vomito de la impresión.

La marca… ya no era solo un rasguño.

Era un símbolo.

Pequeño. Oscuro. Como una espiral dibujada con tinta roja justo sobre la vena de mi cuello. No la recordaba de antes. No estaba ahí. No podía haber estado.

Y, sin embargo, la sentía. Como si estuviera quemando desde dentro.

—¡Basta! —grité, con la voz quebrada.

Pero no hubo respuesta.

Solo mi reflejo… que, por un instante, no me imitó.

No. Se movió después.

Retrocedí. Me pegué a la pared. Cerré los ojos. No. No. No. Esto no podía estar pasando.

Las lágrimas me nublaron la vista, pero no me atreví a limpiarlas. No podía dejar de mirar el espejo. Por si volvía a pasar. Por si él volvía.

—¿Qué me estás haciendo…? —susurré.

No hubo respuesta. Solo una punzada en el pecho.

Y entonces lo supe.

Esto era real.

No un sueño. No una locura.

Él me había marcado.

Y algo dentro de mí… lo había permitido.

Caminé hasta mi cuarto como un cadáver. El corazón me latía en los oídos. No dormí. No podía.

Pero no podía seguir así. No podía seguir huyendo de algo que vivía en mí.

Al amanecer, tomé una decisión.

Tenía que encontrarlo.

Tenía que entender qué era esto. Qué era él. Qué era yo.

Y lo más aterrador de todo…

Tenía que enfrentar lo que ya sabía: que la oscuridad me había tocado.

Y no estaba segura de querer que se detuviera.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP