Las hojas ardían antes de que el fuego tocara el suelo.
El ataque al Valle Perdido había comenzado con precisión militar: sin advertencias, sin rugidos, sin rastros. Solo fuego. El tipo de fuego que no buscaba calentar… sino purgar.
Kael y Lía corrían como sombras bajo la luna, su paso rápido y coordinado, sus cuerpos adaptándose al bosque como si hubieran sido tallados en su corteza. Había algo distinto en ellos ahora. Ya no eran el exiliado y la marcada. Eran manada.
Pero no bastaría con correr.
Necesitaban un plan.
Se detuvier