La noche caía despacio sobre el bosque, cubriendo todo con un velo azulado. La brisa era fresca, pero el aire cargado de algo más que humedad: expectación, como si incluso los árboles contuvieran la respiración.
Lía estaba sentada junto al lago, con los pies descalzos rozando el agua. Desde su despertar como híbrida, su percepción del mundo había cambiado. El sonido del agua ya no era solo un murmullo; era un idioma. Las hojas no solo se movían; hablaban.
Pero esa claridad no traía paz. Traía preguntas.
Detrás de ella, Kael se acercó en silencio. Aunque ya no intentaba esconderse, su andar era silencioso, instintivo. Como un lob