—Piensa bien lo que estás diciendo… —me aparté de él, alzando una mano temblorosa entre nosotros, intentando imponer una distancia que sabía que no bastaría.
Darian dio un paso hacia mí, con los ojos encendidos de deseo y obstinación.
—Sabes que lo quieres. Esto es solo parte del juego al que te has acostumbrado a jugar —murmuró con voz ronca, ladeando la cabeza, como si esperara que mi resistencia fuera solo parte de una actuación.
—No… —negué con vehemencia, moviendo la cabeza de lado a lado, mientras el miedo se enredaba con el asco en mi garganta—. No hagas esto, por favor…
—Te mueres por tenerme dentro de ti.
Sus palabras me golpearon como una bofetada. Me estremecí, sintiendo cómo mi estómago se retorcía y la bilis se agolpaba en mi garganta.
—No, Darian… ¡Eres mi hermano!
—¡Deja de decir eso! —gritó de repente, con una furia que le encendió los ojos. Pateó la puerta con violencia, haciendo que la madera retumbara y el marco vibrara.
Retrocedí un paso, con el corazón latiendo a