— Te extrañé tanto —. Susurré al separarme de sus labios.
—Te extrañé tanto… —susurré al separarme de sus labios, con la respiración entrecortada.
Kael se quedó en silencio, los ojos cerrados, como si necesitara un momento para procesar todo. Su pecho subía y bajaba lentamente, y en su mandíbula apretada se notaba una lucha interna. Me acerqué otra vez, rozando su rostro con mis dedos, y jalé suavemente su camisa para buscar de nuevo sus labios. Pero esta vez no me besó. Mantuvo la boca inmóvil, dura, como una barrera.
Lo intenté otra vez. Entonces, sin miramientos, me empujó hacia atrás.
—No.
—¿Por qué? —susurré, dolida, sin dejar de mirarlo—. Me deseas… y lo sabes.
—¿Por qué lo mataste?
Su voz fue un latigazo seco que me heló la sangre. El peso de sus palabras cayó como un muro entre nosotros.
—Me estaba chantajeando, Kael. Usó a mi hijo en mi contra.
—¿Hijo? —Su rostro palideció, y por primera vez en mucho tiempo, lo vi verdaderamente sorprendido.
—Sí —asentí con una sonrisa rota,