Capítulo 76.

Los días pasaron con la calma que precede a una tormenta.

Era una sensación rara: el aire estaba quieto, pero todos sabíamos que algo se acercaba.

Aún no había rastro de la manada de Darius, y aunque la frontera permanecía en silencio, papá no se relajaba ni un segundo.

Cada tanto enviaba a Cleo a distintos puntos para vigilar los límites con el territorio humano. Ella siempre regresaba al anochecer, con ese vuelo ligero que parecía bailar sobre el suelo y una expresión solemne. “Nada aún”, decía mamá leyendo las noticias, y papá solo asentía, con la mirada fija en el horizonte.

Mientras tanto, mis hermanos y yo disfrutábamos de una paz que se sentía prestada.

Papá y mamá decidieron quedarse por un tiempo, y eso significaba algo raro: tiempo en familia.

Corríamos por el bosque, hacíamos carreras con la manada, y hasta nos dejaron participar en una apuesta absurda sobre quién ganaría si competíamos de verdad entre los cinco mientras el resto de la manada descansaba junto a una hogue
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