Clara
La cena estaba servida en un salón demasiado elegante para mi gusto.
La mesa era larga, con muchas sillas vacías a su alrededor. Estaba tan bien pulida que podía ver mi reflejo en ella.
Aldric, sentado al otro lado, giraba una copa de vino entre los dedos. No dejaba de observarme y eso me hacía sentir expuesta... Como si fuera un espectáculo.
Yo jugueteaba con el tenedor, moviendo la comida de un lado a otro del plato sin probar nada. Tenía un nudo en el estómago, uno que no me dejaba ni siquiera pasar saliva.
—No has tocado nada —comentó con voz suave y tranquila—. ¿No te gusta?
—Sí... No... Está bien —mentí.
El problema no era la comida. Era el peso que me oprimía el pecho desde que abrí los ojos en esa habitación.
Aldric apoyó los codos sobre la mesa, inclinándose hacia mí.
—Necesitas comer para recuperar fuerzas.
Respiré hondo. Sabía que si no lo preguntaba ahora, me arrepentiría.
—¿Tienes noticias de Rowan? —solté de golpe, sin darle tantas vueltas al asunto.
La copa de