Reyk Azuleja
La ciudad se veía muerta desde lejos.
Humo bajo. Casas abiertas. Antorchas apagadas.
Calles llenas de cuerpos. Cadáveres en la plaza. Cuerpos amontonados junto al mercado. Sangre en los adoquines.
Eiden frenó. Levantó la mano.
Nos tiramos detrás de un muro derruido.
Leo a mi derecha. Yo en el centro. Eiden al frente, quieto.
El si parecía un jodido soldado aunque me costara admitirlo.
—¿Que?—inquerí.
—No están aquí. Ya no. —Murmuró
—Están todos aniquilados. Daren y sus lobos huecos pasaron por aqui recientemente.
—Debemos buscar a mi padre y a Deerk.
—Pocos vigilan —dijo en voz baja—. La mayoría están muertos o drogados.
Hizo una mueca al mirar la plaza.
Avanzamos por una calle lateral.
La gente del Cántaro no era guardia. Eran comerciantes. Viejos. Niños. Mujeres que habian dedicado su vida a guardar memoria.
La memoria de los lobos. El cantaro era el refugio de los recuerdos.
Aqui el consejo habia aterrado a mi hermana con el tema de la marca.
Jamas debi irme. No d