El refugio del norte era una casa increiblemente grande, espaciosa, de tres niveles, suficiente espacio para todos y lo mejor, rodeada de pinos. EL olor a bosque me encataba, me hacia sentir en casa.
El aire olía a humedad, pero era el único lugar donde podíamos respirar sin miedo a que Daren me encontrara.
Lena había sellado el vínculo. No lo rompió, pero lo cubrió con una capa de hechizos que me hacían invisible ante él.
Por primera vez en días, dormí más de dos horas seguidas.
Cuando desperté, Eiden estaba sentado frente a la chimenea.
Tenía las manos cubiertas de vendas y el rostro cansado.
Al verme abrir los ojos, levantó la vista y sonrió apenas.
—Sigue funcionando —dijo—. La bruja lo comprobó. No puede sentirte. De momento, podemos respirar.
Asentí, incorporándome despacio.
—¿Y Lucian?
Su expresión cambió.
—Fuera. Necesita espacio. Ya sabes que no está bien.
—Lo se. —me paso la mano por el rostro y veo como Eiden se acerca, el se coloca frente a mi y sube su mano despacio,