No pegué un ojo en toda la noche.
En una mansión donde no sabes cuándo te matarán o cuándo tu esposo intentará apoderarse de ti, dormir es un lujo que no puedes permitirte.
Me levanté con las piernas entumecidas y la garganta seca. La marca en el cuello me ardía levemente, como si recordara la copa de la medianoche.
Trish estaba fuera de la puerta cuando me asomé. Tenía ojeras, pero intentaba parecer serena. Traía una botella de agua en la mano y la extendió hacia mí.
—¿Está sellada? —pregunté.
—Sí. —me mostró la tapa intacta—. La revisé ayer.
Eso me bastó. No confiaba en nadie de los Sombra de Hierro. Trish lo sabía; por eso me dejaba sola con agua embotellada.
—Lady Selene quiere verla —dijo con voz baja—. Dijo que no tardaría.
—No quiero verla.
—Esa señora me da miedo. A usted..
—Ya has visto de mi bastante...solo tuteame...
—Deberias temerle, Alana. Eres demasiado buena para esta manada. Y las cosas que he escuchado que hacen en el laboratorio, las cosas que le hacen a los lobos..