Darien no fue directamente a la torre.
Caminó primero por los jardines, con las manos ensangrentadas de tanto apretar los puños. Lo que Cael le había dicho aún le resonaba en la cabeza. El juicio, Aldrik, la amenaza velada... y su propia reacción. ¿Había defendido a Aeryn? Sí. ¿Había cedido a la provocación? También.
Pero ahora no podía permitirse más errores.
Así que cuando finalmente subió las escaleras de la Torre de la Luna, lo hizo con el corazón en la garganta.
Tocó la puerta con suavidad. No esperó respuesta. Entró.
Aeryn estaba despierta, sentada junto a la ventana con una manta sobre los hombros. El atardecer le bañaba la piel, y su vientre empezaba a notarse bajo el vestido suelto.
Ella no lo miró al principio. Solo dijo:
—Pensé que vendrías antes.
Darien se acercó lentamente. No intentó tocarla. No esta vez.
—No sabía cómo —respondió—. Y tampoco quería hacerlo con el corazón lleno de orgullo.
Ella giró el rostro hacia él, con una expresión serena, pero a