Los primeros rayos del sol se colaban tímidamente por las cortinas de lino, pintando la habitación con tonos dorados y anaranjados. Aeryn dormía profundamente, acurrucada entre los brazos de Darien, su respiración más calmada tras la tormenta nocturna.
Él no se había movido. No quería soltarla. No después de cómo despertó, de cómo gritó, de cómo se aferró a él como si todo su mundo estuviera por desmoronarse.
No dijo nada del sueño, pensó mientras acariciaba lentamente su espalda con la yema de los dedos. Pero sé que fue sobre el llamado. Sobre ese linaje que la persigue incluso dormida.
¿Dónde debía ir? ¿Qué la esperaba en esas Tierras Oscuras que no se atrevía a nombrar en voz alta?
Darien no tenía respuestas.
Solo un miedo creciente de que algún día ella se alejara… y no volviera.
Pero por ahora… la tenía entre sus brazos. Y su cuerpo cálido, fuerte y suave, seguía sintiéndose como hogar.
Deslizó su mano hasta el vientre de Aeryn y lo acarició con una mezcla de asombro y rev