La sala del consejo estaba en silencio absoluto. Las llamas de las antorchas parpadeaban suavemente, proyectando sombras largas sobre los rostros tensos de los presentes. Nyrea estaba sentada en el trono bajo del extremo de la mesa, con Darién a su lado, Tarsia y Valzrum cerca. Nerysa mantenía los labios apretados, y Kaelrik observaba con los brazos cruzados. Todos esperaban lo que Darel, beta de Brumavelo, tenía para decir.
El guerrero se puso de pie. Sus ojos estaban rojos, pero su voz sonó clara, firme, como la de alguien que ya había llorado en silencio lo suficiente.
—Gracias, mi Alfa, por permitirnos este espacio. Lo que voy a compartir es difícil, pero necesario.
Hizo una pausa y respiró hondo.
—La población total de Brumavelo antes del ataque era de quinientas cincuenta y cuatro personas. Tras la batalla, perdimos al menos ochenta y tres vidas. Algunas murieron luchando, otras tratando de proteger a los niños y ancianos. Muchos cuerpos quedaron reducidos a cenizas por la c