El viento de la tarde se arremolinaba entre los árboles mientras el grupo avanzaba por el antiguo sendero que conectaba Brumavelo con Lobrenhart. Quedaba un solo día de camino. El ambiente era tranquilo… demasiado.
Nyrea cabalgaba junto a Darién, su vientre ya prominente, pero firme y segura, escoltada por Valzrum, Tarsia y los ocho guerreros seleccionados para la misión. Sus anillos de comunicación brillaban con tenues destellos, prueba del lazo que mantenían con los vigías de Lobrenhart.
Pero el silencio del bosque estalló.
Desde los riscos a ambos lados del camino descendieron cinco figuras encapuchadas, sus túnicas marcadas con símbolos distorsionados de la Llama Sagrada, y rostros cubiertos por pintura de guerra y ceniza. Gritaban como fanáticos:
—¡La llama purificará al mundo! ¡Todos arderán bajo el juicio sagrado!
Disparos de flechas, dagas y un polvo oscuro comenzaron a envolver el aire. Era una emboscada.
Pero se toparon con el fuego real.
Nyrea levantó la mano y la ll