Los días siguientes fueron distintos.
No por proclamaciones ni rituales.
Sino por la manera en que la aldea comenzó a respirar diferente.
Brumavelo ya no era solo un refugio en tierras oscuras. Con cada nueva mañana, sus senderos se ensanchaban, sus construcciones tomaban orden, y las voces de sus habitantes se alzaban con propósito. Las piedras comenzaban a colocarse con intención de permanencia. Y donde antes hubo ruina, ahora nacía estructura.
Y al centro de todo… la llama y el vínculo.
Nyrea gobernaba con equilibrio. Firmeza sin dureza. Presencia sin arrogancia. Caminaba entre los suyos sin escolta, sin coronas. Observaba, escuchaba, tocaba la tierra, los muros, los rostros. Su liderazgo no era declarado; era evidente. Era natural.
Y Darien… Darien sorprendió a todos.
No exigía. No pretendía ocupar un trono. Ni siquiera buscaba ser llamado Alfa. Pero estaba.
Siempre estaba.
En las reuniones de construcción, con las mangas arremangadas, cargando tablones junto a los obrero