El lobo en llamas giró la cabeza justo a tiempo.
Desde lo alto, entre el rugido de la tormenta y el crujido de la batalla, vio la silueta roja surcando el cielo como una centella ardiente. No podía creerlo. No… no después de lo que acababa de vivir.
—¡¿Nyrea, qué haces aquí?! —rugió a través del vínculo, mientras la veía aterrizar entre llamas.
—Luchando por nuestros hijos —respondió ella, jadeante, con voz temblorosa pero decidida.
El choque de sus miradas fue instantáneo. Darién sentía una mezcla de rabia, amor, orgullo y miedo desgarrador.
Pero no hubo tiempo para protestar.
Sareth apareció, arrasando con dos enemigos más a su paso.
—¡Alfas! —gritó—. ¡Aldrik está cerca! ¡Tiene un objeto extraño… oscuro… parece esperar el momento exacto!
Kaelrik apareció segundos después, ensangrentado pero firme.
—¡Lo vi también! Intenté llegar a él, pero algo lo rodea… ¡una magia sucia lo protege! ¡No pude atravesar su defensa!
Nyrea miró a Darién. Sus ojos, aún en forma de loba, brillab