Capítulo 42. El contraataque.
La mañana amaneció con un sol implacable, pero en el interior del edificio donde se reunían Emilia y Antonia Rivas, lo que reinaba era la sombra. Papeles sobre la mesa, carpetas abiertas, laptops encendidas. El aire estaba cargado de urgencia, pero también de decisión.
Emilia no dormía desde la noche del secuestro. Tenía el rostro pálido, las ojeras profundas, y una mirada que había perdido toda inocencia. Frente a ella, Antonia deslizaba imágenes y documentos en la pantalla táctil de su portátil.
—Este es el mapa del escándalo —dijo la periodista—. Contratos triangulados entre el Ministerio de Obras, la Fundación Nova, y dos empresas pantalla ligadas a Álvaro Serrano. Lo tenemos todo: fechas, firmas, transferencias. Solo falta… decidir cómo explotarlo.
Emilia cerró los ojos un instante. El rostro de Julián, golpeado y vulnerable, seguía grabado en su retina como una herida.
—No vamos a filtrar nada —dijo con voz tensa—. No aún.
Antonia la miró, incrédula.
—¿Qué?
—Si filtramos