Capítulo 29. El fiscal invisible.
La lluvia caía con obstinación sobre los ventanales del Palacio de Justicia, difuminando las luces de la ciudad en manchas melancólicas de neón. En el séptimo piso, donde las decisiones no siempre eran justas pero sí definitivas, una mujer observaba el aguacero con las manos cruzadas a la espalda. Su silueta, envuelta en un abrigo negro ajustado, era la única presencia humana en ese despacho a oscuras.
La fiscal Antonia Rivas no era alguien a quien se reconociera fácilmente en las noticias, ni en los pasillos de poder. Prefería el sigilo, los expedientes bien archivados y los enemigos mal identificados. Era el tipo de mujer que usaba su voz pausada como un arma silenciosa, y su memoria como un archivo implacable.
—¿Ya llegó el documento de la inspección a Castaño Ltda.? —preguntó sin mirar, al asistente que había entrado sigilosamente.
—Sí, doctora. Lo dejaron en la bandeja confidencial.
—¿Y la llamada del ministro?
—La pospuso. Parece que está en reunión con Álvaro Serrano.
Antonia g