—¡Ja! —exclamé, victoriosa—. Te he ganado, de nuevo.
—No es justo, Elle —refunfuñó Nathan, haciendo un puchero y lanzando el control de la consola a la otra punta del sofá—. Estoy seguro de que hiciste trampa.
—¿Trampa? —pregunté con fingido enfado—. No es mi culpa que seas un asco en este juego.
—¡Ese personaje hace trampa! No es posible que siempre me ganes cuando lo usas.
—Es el poder femenino, cariño —resumí, alborotándole el cabello.
Llevábamos horas en el sofá. Pasamos de ver un par de películas, una romántica para mí y una de terror para él, a jugar videojuegos. Después de pasar toda una vida jugando con Nate, me había vuelto toda una experta en los juegos de pelea.
Lo que a él lo avergonzaba, por supuesto. Jamás le ganaría en una pelea cuerpo a cuerpo, yo era una débil humana y él no era un hombre lobo normal, era el futuro alfa, el más fuerte de todos. Así que aprovechaba los juegos de pelea donde él y yo teníamos las mismas posibilidades para darle una paliza.
Era simple gan