5° Un rato solos.

Lia contuvo el aliento mientras bajaba con Oliver en el elevador, el susto tremendo que se había llevado le impidió ver lo que había pasado en realidad, pero ahora que estaba más calmada de verdad sintió como le subió calor a la cara.

¿Había tenido un ataque de pánico frente al socio que la salvaría y luego él la había abrazado? El recuerdo del cuerpo cálido la hizo suspirar, luego recordó la broma que le hizo y eso la hizo sonreír.

— ¿Es tan bromista siempre? — le preguntó ella y Oliver ladeó la cabeza.

— Ahora sí, antes era más amargado, pero un día descubrí que hacer reír a los demás es… divertido — Lia asintió, el hombre era bastante atrayente  y ella tuvo que concentrarse para no perderse en su imaginación.

— ¿Crees que convertir el último piso en un museo y una atracción turística de terror nos ayudará? — Oliver asintió con vehemencia.

— Hay que hacerlo desde el respeto, hay muchas víctimas de por medio, pero sí, eso atraerá a varios clientes, solo nos queda repararlo todo — Lia bajó la mirada un poco avergonzada.

— Que vergüenza me da tener todo este lugar así, he hecho hasta lo imposible por sacarlo a flote, pero la gente no viene y…

— Tranquila — le dijo él y cuando le apoyó la mano en el hombro Lia abrió los ojos y lo miró por el espejo — ya estoy aquí… Cuando compré los terrenos donde están las aguas termales no imaginé que aquí había un hotel, pensaba construir uno, pero tú estabas aquí, ¿No crees que puede ser una señal del destino? — Lia ladeó la cabeza.

— ¿Señal del destino para qué? — las mejillas de Oliver se pusieron muy rojas y Lia creyó que lo hacía ver atractivo. le apartó la mano y las metió en los bolsillos de su pantalón corto.

— Pues… de trabajar juntos — sonrió y Lia sonrió con él.

— Pues sí — cuando las puertas se abrieron el hombre salió primero y Lia lo siguió, tenía un trasero respingado y unos gemelos bien proporcionados y Lia lo miró con detalle, tenía una forma de caminar que se le hacía familiar.

— No era broma — le dijo él cuando llegaron a la recepción — quiero que vengas conmigo a ver los termales — Lia ladeó la cabeza, su grupo ya se estaba reuniendo.

— No sé, hay cosa qué hacer, no tengo tiempo de ir a darme un chapuzón — pero Oliver negó.

— Vamos a ser socios, tienes que conocerlos — ella respiró profundo.

— Primero te presentaré al equipo — le indicó que la siguiera y ella caminó hacia donde los trabajadores estaban reunidos — este es el equipo — le dijo y todo saludaron a Oliver con la mano y él les sonrió — las encargadas de la cocina: Clara, María, Luisa, Sarah; habitaciones, Dora y Carlos; Meseros, Felipe y Melissa. Gis la recepcionista y el portero y encargado de seguridad don Raúl — el vigilante le tendió la mano a Oliver y él la estrechó.

— También son electricista, jardinero y lo que se necesite — Oliver les sonrió.

— Hola a todos, soy Oliver be… Oliver, y pues bueno, seré socio de Lia, habrá muchos cambios de ahora en adelante.

— Nos despedirán, ¿verdad? — dijo una de las camareras, tenía los ojos pintados de un negro muy oscuro y el cabello le tapaba media cara, Lia siempre se preguntaba si no le estorbaba. Oliver se apresuró a negar con la cabeza.

— Para nada, todo lo contrario — les dijo el hombre — contrataremos a más personas cuando aumente el flujo de clientes, y necesito que todos les ayuden y los orienten, ustedes son los expertos, serán los encargados de cada área, no he hablado de eso aún con Lia, pero asumo que ella no tendrá problemas — Lia negó — también les subiremos el sueldo — todo se miraron incrédulos y Lia sonrió.

— ¿Es posible? — le preguntó y Oliver asintió.

— No solo es posible, es necesario, los encargados de cada área deben ganar más, como se los dije, vamos a mejorar — luego miró a Lia — prepara tu bikini, te espero a fuera — y caminó a la salida.

— ¿Acaso no es perfecto? — le dijo Felipe el mesero a Lia — atractivo, buena gente, nos dio nuestro lugar. Ahora, debes ponerte un bikini bien sensual — Lia lo empujó por el hombro, bajo el pantalón tenía un short corto y ya, no se pondría ningún bikini.

— No me tardo — les dijo — organicen lo que sea necesario para la reserva…

— jefa — le cortó Gis, la recepcionista — cancelaron la reserva, no me quisieron dar razones del por qué — Lia se pasó las manos por el cabello y miró hacia afuera, conde Oliver la esperaba parado en el sol.

— No se preocupen, todo estará bien — les dijo y Salió. Oliver le tendió el casco y Lia palideció — ¿Iremos en moto? — casi que le gritó y él asintió.

— Esta cerca, pero así llegaremos más rápido — Lia se puso el casco con inseguridad y Oliver se subió a su moto, era un aparato muy alto de color oscuro y a Lia le temblaros las rodillas cuando se subió y se agarró de la parte de atrás, pero Oliver estiró las manos y le agarró las muñecas he hizo que le rodeara la cintura y ella se aferró.

«No pienses en lo rico que se siente» se dijo Lia en la mente.

— Así es más seguro — le dijo él, Lia creyó ver una sonrisa burlona en su cara.

La moto se encendió y Oliver arrancó a toda velocidad por la entrada del hotel y cuando entraron a la carretera principal sintió mareo.

El hombre manejaba rápido, pero con seguridad y ella le preguntó al oído.

— ¿Seguro que no prefieres los autos? — como única respuesta el hombre aceleró aún más y la adrenalina le trepó a Lia por la garganta.

El primer día que pasaba con el hombre y ya había vivido varias experiencias que la tenían al límite, y fue irremediablemente imposible no hacerse la pregunta de si todo con él sería de esa forma tan intensa.

— Me alegró mucho ver en la página web que estabas buscando un socio comercial — le contó él cuando detuvo la moto al lado del camino, Lia tenía náuseas y estaba despeinada — sé que te gustará esto — la tomó por la muñeca y la arrastró por el potrero abajo — estas aguas son magmáticas — le comentó — el agua baja hasta el subsuelo…

Oliver continuó todo el camino hablando sobre cómo se formaban las aguas termales y Lia trataba de seguirle el paso, tenía los zapatos llenos de tierra y el pasto comenzó a picarle en los brazos.

Diez minutos después llegaron al final del potrero, había un pedazo de unos cien metros cuadrados muy planos y en él había unos diez pozos de aguas cristalinas y humeantes.

— Qué lindo es — dijo y Oliver caminó.

— Ya verás lo bien que se siente — se quitó la camisa y Lia casi se desmaya, el hombre tenía una espalda increíble, parecía que tenía una cicatriz pero no le dio tiempo de verla y cuando él la miró quitándose los zapatos no pudo evitar darle una repasada al torso musculoso, con los pectorales rodeados de finos vellos y el abdomen marcado.

— Los esteroides son malos — le dijo ella bromeando y él hizo una pose mostrando los brazos.

— ¿De qué hablas? Soy natural — se bajó los pantalones y Lia apartó la mirada, aunque debajo tenía un pantalón muy corto.

El hombre entró al agua y dejó escapar un gemido de placer. Lia se quitó los zapatos y el pantalón y caminó hacia el lugar, los pozos tenían el agua tan cristalina que se veía el fondo lleno de pasto y algas y eso la intimidó, pero Oliver le estiró la mano y Lia la tomó con confianza, pero él le dio un tirón y la lanzó de cabeza al agua caliente.

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