55° Un paso al frente.

Felipe dejó el plato con delicadeza frente a la mujer que le agradeció con una sonrisa y luego caminó a la cocina. Era la única pareja que quedaba en el hotel y se irían en una hora. Todo estaría vacío para comenzar a preparalo para la inauguración de los temales y Felipe se sintió estresado nomás de imaginar al gentío.

Su primo Carlo estaba sentado en un confortable mueble de la sala de ocio de los trabajadores con un montón de papeles en el regazo, Felipe imaginó que eran como mil, tan pesados que tenía que apoyarlo en las piernas.

Se sentó a su lado y el rubio grande le acarició el cabello como si fuera un cachorrito obediente y Felipe le apartó la mano de un manotón.

— Si Esther no se va contigo hoy o mañana, cosa que no creo porque quiere ver la inauguración, tendrás que ir a mi casa — Carlo dejó de leer el papel que tenía en el regazo y negó con vehemencia.

— ¿Y darle el gusto a la testaruda de Portia? No, además esta mañana que los visité no creas que no noté que están más bien
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