Al llegar al primer anillo de seguridad los hombres a cargo de la seguridad en la propiedad de la familia Fiorentini se hicieron de un lado y permitieron el paso.
Leonardo y su gente ingresaron tranquilamente hasta llegar al interior de la propiedad, Marcello llevaba la mirada de un lado a otro, su respiración estaba agitada impaciente ante la cantidad de hombres que protegían el lugar.
—Señor, podrás decir lo que quieras, pero esta es una pésima idea, es la idea más terrible que has tenido, no podremos protegerte, nos han permitido ingresar, pero de aquí nunca saldremos y si lo hacemos será dentro de un camión en rebanadas como si fuéramos jamón —Marcello advirtió a su jefe.
—Eso ya lo sé, no soy imbécil —respondió Leonardo.
Leonardo de manera serena descendió del auto, Marcello y el resto del personal lo acompañó, cientos de hombres de diferentes bandos se apuntaban preparados para tirar del gatillo ante la orden de sus jefes, lo cual lo cual sería un río de sangre.
Al llegar al p