Mi protector

Elena cerró los puños, queriendo atacar a Cristina, pero recordó las palabras de Leonardo, aunque estaba furiosa, para ella primero estaba la vida de su padre.

—Eso es para que despierte y entienda que a mí no me gusta esperar, primero estoy yo antes que cualquier otra persona, espero que le haya quedado claro gorda ridícula —comentó Cristina de manera despectiva y fría como la víbora que era.

»Adicional, solo miren su presencia, claramente lo único que busca es llenar su enorme panza, no comprendo en que pueda servir —Cristina llevó la mirada a su alrededor—. ¿Quién fue el imbécil que ha traído a esta mujer?, porque necesito que se marche ahora mismo.

La respiración de Elena estaba agitada, Cristina fácilmente se lavaba las manos con quien quisiera, y en aquella ocasión Elena era su juego.

Ante la burla y presión por parte de Cristina, los empleados al igual que el mayordomo se reían de Elena con plena libertad de su condición física; en aquel momento sus ojos se tornaron vidriosos,
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