Elena despertó a tempranas horas como era acostumbrado en aquella labor en la que Leonardo le había puesto, la servidumbre era quien menos dormía, sin derechos a descansar o sentir dolor, solo eran máquinas que limpiaban y preparaban la comida para el personal de Leonardo.
Elena se levantó de la cama, lavó su cuerpo y se vistió de manera cómoda, acomodó su cabello y luego salió a brindar su servicio, todos allí iban de un lugar a otro, el mayordomo una vez la vio se lanzó sobre ella y la tomó de la mano.
—Llegas tarde, hay demasiado trabajo por hacer, encárgate de preparar los bocadillos, ni siquiera preguntes por la cantidad, no quisiera desanimarte —Elena asintió.
—Hacía mucho tiempo que el jefe no organizaba una reunión tan amplia como lo es ésta —comentó uno de los hombres encargados de la cocina.
El lugar era un caos, todos iban y venían a toda prisa, mientras que Elena continuaba preparando pequeños cubos sin lograr dar abasto al mesero.
Su estómago gruñía, cuando pensaba t