El complejo de La Cúpula
La sala de control parecía extraída de un laboratorio distópico. Sophie, encadenada a una silla metálica, mantenía la cabeza en alto a pesar del dolor. Sus labios estaban partidos, y una fina línea de sangre le corría por la sien. Pero su mirada seguía intacta: desafiante.
Helena Voss, impecable en un traje blanco quirúrgico, observaba los monitores con una expresión de frialdad quirúrgica. A su lado, Julian, con el rostro tenso, tecleaba comandos para contener el virus que Dalia había liberado.
—Tu pequeño truco fue elegante —dijo Helena, sin mirarla—. Pero no suficiente. Los datos de Zurich ya están en nuestros servidores secundarios. Tus hijos son nuestros, Sophie. Quieras o no.
Sophie dejó escapar una risa ahogada, sin apartar la vista del USB que descansaba sobre la mesa cercana. —Nunca los tendrás, Helena —murmuró. —Y el virus… apenas ha comenzado. Dalia es mejor que tú. Y más humana.
Julian se giró hacia ella, su rostro tan parecido al de Logan, pero co