El precio del amor
La noche en el refugio cerca de Oxford era un susurro de tormenta contenida. Afuera, el viento golpeaba suavemente los ventanales, pero dentro de la sala de mando improvisada, el silencio era aún más opresivo. Logan caminaba de un lado a otro, los pasos lentos pero cargados de ansiedad, el ceño fruncido y las manos cerradas en puños. Cada crujido del suelo de madera parecía amplificar el zumbido en su mente: las voces. Susurros punzantes, urgentes. “Activar…”
Los trillizos dormían bajo vigilancia reforzada, pero ni siquiera sus rostros serenos podían calmar el torbellino que le devoraba el pecho. El video de Helena, una y otra vez, se repetía en su mente: Sophie, atada, magullada, la mirada desafiante, pero vulnerable. Logan cerró los ojos por un segundo. Sus nudillos palpitaban de tanto apretarlos. Estaba al borde. Pero no se rendiría. No esta vez.
Reunió a Victor, Marcus, y al equipo táctico en el garaje, donde los mapas digitales brillaban sobre una mesa de opera