Vértigo
El amanecer en los Cotswolds era un espejismo de calma, una pintura tranquila en tonos dorados y azul pálido que ocultaba las grietas bajo la superficie. La bruma matinal abrazaba la casa de piedra de los Belmont, envolviéndola como un velo que pretendía esconder la tormenta que se avecinaba. Pero Sophie no se dejaba engañar. Había dormido mal, apenas un par de horas, su cuerpo exhausto y su mente en un estado de alerta febril. La confesión de Claudia, el testamento cifrado de Mateo y la retorcida realidad aumentada de Helena Voss no le daban tregua.
La certeza de que La Cúpula estaba manipulando las habilidades de sus hijos para observarlos, estudiarlos, tal vez incluso activarlos… era como un puñal constante en su espalda.
Esa mañana, mientras batía huevos con movimientos automáticos y vigilaba la tostadora sin realmente verla, algo la sacudió.
Demasiado silencio.
Giró la cabeza hacia el jardín. Liam y Noah jugaban cerca del fuerte de ramas que habían construido con Baxter, e