Las portadas eran dagas que se clavaban sin piedad en el corazón de Sophie, cada titular un veneno que envenenaba su alma. No había medio que no los exhibiera, como si el mundo entero se hubiera confabulado para desgarrar su vida. Fotos de archivo, recortes de galas pasadas, gestos congelados que ahora parecían susurrar una traición que ella no había querido ver.
“El heredero de Belmont Enterprises, envuelto en escándalo sexual.”
“Juliana Raines: ‘Estoy embarazada de Logan Belmont. Fue una noche de amor, no un accidente.’”
“¿La prometida traicionada? Sophie Alarcón guarda silencio.”
Sophie estaba en su oficina en la mansión, rodeada de bocetos y telas de Evans Studio, pero el trabajo había quedado olvidado desde la mañana, cuando la notificación del teléfono irrumpió como un relámpago: el titular, la foto de Juliana con su mano en el vientre, su sonrisa triunfal. Llevaba dos días sin dormir, los ojos enrojecidos, el alma hecha jirones. Los trillizos, apartados del colegio por seguridad