Las sospechas de Mateo
El salón de baile del Claridge’s brillaba con una opulencia antigua, como un templo erigido para el poder y la decadencia. Y esa noche, Mateo Sterling caminaba entre sus columnas de mármol y candelabros de cristal como un emperador sin corona.
Cada apretón de manos, cada sonrisa envenenada con cortesía, cada copa de champán alzada con falsedad era una pieza más en su juego. Había conseguido lo impensable: colarse en una reunión privada con dos inversionistas clave del emporio Belmont. Hombres que no se movían sin garantías, sin sangre fresca sobre la mesa.
Al despedirse de ellos con una sonrisa impecable y una cita sellada para la mañana siguiente, Mateo estaba exultante. Su mente ya maquinaba el siguiente paso.
Los tendré comiendo de mi mano, pensó con satisfacción oscura. Haré que desvíen sus fondos, que abandonen a Logan como ratas de barco...
Demoler a Belmont desde dentro. Ponerlo de rodillas. Robarle el mundo y la dignidad. Esa era su verdadera meta. Esa e