La venganza de Mateo
El eco del portazo de Sophie aún resonaba en el pasillo cuando Mateo, todavía doblado por el dolor en el suelo, sintió una furia incandescente crecer en su pecho. La humillación de su rechazo, combinada con la certeza de que había estado con Logan en el baño del Claridge’s, lo consumía. Maldita perra, pensó, levantándose con dificultad, su rostro contorsionado por la rabia. No iba a permitir que Sophie lo desafiara, no después de todo lo que había hecho para controlarla. Si quería jugar, él le mostraría lo que significaba perderlo todo.
A la mañana siguiente, el apartamento de Sophie en Notting Hill amaneció bajo un silencio opresivo. Los trillizos, normalmente bulliciosos, estaban inusualmente callados, sentados en la sala con sus juguetes mientras Sophie preparaba el desayuno. Pero la calma se rompió cuando la puerta se abrió sin previo aviso. Mateo entró, flanqueado por Gertrudis, la niñera de rostro amargo, y dos de sus guardaespaldas. Sophie, con un cuchillo