El asedio de Mateo
El apartamento de Sophie en Notting Hill, una vez un refugio lleno de risas infantiles y colores cálidos, ahora se sentía como una jaula. Tras el violento episodio con Rose, Sophie no se había separado de sus trillizos ni un solo momento. Liam, Noah y Alex dormían pegados a ella en la cama grande, sus pequeños cuerpos acurrucados contra los suyos, mientras ella velaba su sueño con los ojos abiertos, alerta a cualquier ruido. El terror de lo que Mateo había hecho —golpear a Rose, amenazar a sus hijos— la mantenía despierta, su corazón latiendo con una mezcla de miedo y furia. No dejaré que te salgas con la tuya, pensó, acariciando el cabello de Alex. No mientras tenga aliento.
Pero Mateo no perdía el tiempo. Al día siguiente de la partida de Rose, el cerco se apretó. Sophie se despertó con el sonido de taladros y voces desconocidas en el apartamento. Al salir de la habitación, encontró a dos hombres instalando cámaras de seguridad en cada rincón: en la sala, en la co