Una nueva ejecutiva
El lunes por la mañana, las oficinas de Belmont Holdings en el corazón de Manhattan exhalaban un aroma a madera pulida, café colombiano recién servido y la energía de un renacimiento corporativo. La reapertura de la compañía, tras su purga de las conexiones con VossGen, había captado la atención de analistas financieros, medios de comunicación y, de manera más inquietante, de figuras que operaban en las sombras del poder. En la planta ejecutiva, las paredes de cristal reflejaban la luz del sol otoñal, proyectando destellos que parecían danzar con las ambiciones de un nuevo comienzo.
Logan Belmont, sentado en su despacho con vistas al Hudson, revisaba informes de la Fundación Renacer cuando Marcus, su asistente de confianza, entró con un currículum impreso. —Tenemos una candidata para la consultoría de desarrollo internacional —dijo, deslizando el documento sobre el escritorio de caoba. El nombre en la portada hizo que Logan alzara una ceja: Cassandra Wolfe. Graduada