Sophie, encerrada en su estudio, sintió el escalofrío familiar recorrerle la espalda cuando la notificación de un nuevo correo electrónico iluminó su pantalla. Venía de Dalia, enviada desde un nodo seguro tras su escape del almacén en el East End. El mensaje era breve, pero el archivo adjunto prometía más respuestas… o más preguntas.
Sophie tragó saliva y abrió el archivo con dedos tensos. Era una transcripción parcial de notas manuscritas de Mateo, desencriptadas con dificultad. Las palabras golpeaban como cuchillas, una tras otra:
“Génesis fue mi visión, pero Helena la corrompió. Los códigos de activación están en los sujetos, pero solo Alpha-3 puede desbloquearlos completamente. Sophie, si estás leyendo esto, protege a los niños. No confíes en nadie, ni siquiera en él.”
Sophie se quedó paralizada. La respiración atrapada en el pecho, los ojos fijos en esa última línea. ¿"Ni siquiera en él"?
El zumbido del ordenador se volvió lejano, como si el mundo hubiera retrocedido un paso. Una